¡HERMANOS, VOLVAMOS A LAS
ESCRITURAS!
(2 Timoteo 3:16-17)
¿Qué
es para usted la Palabra de Dios? ¿Qué
utilidad tiene para usted la Palabra de Dios? ¿Cómo percibe usted a la Palabra
de Dios?
Hace
muchos años atrás un hombre, conocido por su amor y pasión por la Palabra dijo:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios
y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la
justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda
buena obra”. 2 Ti. 3:16-17
¿Está
usted de acuerdo con la declaración de Pablo?
¿Es
para usted la Escritura una inspiración divina? Bueno, ¿Cuan a menudo lee la
Escritura de inspiración divina?
¿Es
útil para usted la Palabra de Dios? Bueno, ¿Actualmente se encuentra estudiando
esa misma Palabra en algún grupo de estudio bíblico o de discipulado?
¿Cree
usted que la Palabra de Dios, es útil para reprendernos? Bueno, ¿Cuándo es
reprendido por la Palabra cambia de actitud y deja el pecado por el que es confrontado?
¿Cree
usted que la Palabra de Dios, es útil para corregirnos? Bueno, ¿Cuando su
pastor o líder le corrige con la Palabra, cómo reacciona usted?
¿Cree
usted que la Palabra de Dios, es útil para instruirnos en justicia?, Bueno,
¿Con qué actitud se sienta semana a semana en una de las sillas de esta
iglesia?
Estoy
totalmente de acuerdo con el argumento teológico de Pablo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para
reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo
de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”.
Este
texto es una realidad en cuanto a su pertinencia y utilidad; pero debo
enfatizar que no es una realidad en la vida de todos los creyentes. De la misma
manera que no todos los esposos aman a sus esposas como Cristo ama a la
Iglesia; a sí mismo este principio no aplica a todos los que vienen a un culto
dominical.
¿Por
qué este texto no es útil para todos los creyentes? ¿Por qué no cumple su
propósito en la vida de algunas personas? ¿Sabes por qué?
Porque
no todos los que hoy estamos en este lugar, nos hemos dejado
enseñar-reprender-corregir-instruir por la Palabra. Por lo tanto no todos
estamos en la capacidad de cumplir toda buena obra.
Ante
esta realidad en la iglesia, surge el tema: ¡Hermanos, Volvamos a las
Escrituras!
Estamos
llamados a volver a las Escrituras, debido a que en muchos casos aún la Palabra
no ha cobrado el efecto que ella puede generar en la vida del creyente.
¿Por
qué debemos volver a las Escrituras? Debemos volver a las Escrituras por las
siguientes razones:
I. ¡Hermanos, Volvamos a las
Escrituras!: Prestemos atención a la voz de Dios a través de sus siervos.
A
lo largo de la historia, Dios en su revelación progresiva ha hablado a sus
criaturas:
En
el Antiguo Testamento, encontramos el surgimiento de hombres como Moisés,
personajes con quienes Dios se relaciona de manera especial. A través de Moisés
habla e intenta dirigir a un gran pueblo (Israel), cuando hablaba lo hacía a
través de este hombre.
Se
repite este patrón con algunos jueces en Israel, tenemos el caso de Samuel.
Luego surgen los profetas, aquellos hombres que Dios desde sus propias
particularidades usa para guiar a un pueblo que iba de mal en peor.
Cuando
llegamos al Nuevo Testamento, la voz de Dios se hace carne, Jesús el
Eterno-Dios habla directamente a sus criaturas. Al volver al Padre, encomienda
la tarea de la evangelización y el discipulado a sus discípulos.
¿Al
contar con un canon cerrado de libros de la Biblia, cómo cambia el panorama?
¿Podemos seguir escuchando a Dios? ¿A través de quienes nos hablará Dios hoy?
Hoy
contamos con 66 libros inspirados de acuerdo a nuestro canon, y desde esa
realidad Dios sigue hablando a sus criaturas usando a hombres y mujeres comunes
y corrientes. Lo hace para dirigir a sus hijos.
¿Qué
dice la Biblia?
“Todo el pueblo se reunió como un
solo hombre en la plaza que estaba delante de la Puerta de las Aguas, y
pidieron al escriba Esdras que trajera el Libro de la Ley de Moisés que el
Señor había dado a Israel. Entonces el sacerdote Esdras trajo la ley delante de
la asamblea de hombres y mujeres y de todos los que podían entender lo que
oían. Era el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro frente a la plaza
que estaba delante de la Puerta de las Aguas, desde el amanecer hasta el
mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de los que podían entender; y
los oídos de todo el pueblo estaban atentos al Libro de la Ley”. Nh. 8:1-3
“Enseguida los hermanos enviaron de
noche a Pablo y a Silas a Berea, los cuales, al llegar, fueron a la sinagoga
de los Judíos. Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues
recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las
Escrituras, para ver si estas cosas eran así”. Hch. 17:10-11
He
citado dos ejemplos, uno de cada testamento de la Biblia; para enfatizar esta
mañana que:
Cuando
un hombre o una mujer hablen desde este púlpito, Dios está hablando.
Cuando
Dios habla, lo hace a través de seres limitados e imperfectos.
Cuando
despreciamos la predicación de algún predicador, estamos despreciando la misma
voz de Dios.
Cuando
despreciamos la misma voz de Dios, estamos perdiendo una de las mayores
bendiciones de la vida.
Cito
a Christopher Ash, quien en su libro “La
Predicación como Prioridad” dice: “No
desprecien, queridos hermanos, oír la Palabra de Dios declarada. Si
quieren cuidar sus almas, sean
diligentes en oír sermones; porque ese es el lugar donde se conmueven los
corazones humanos y se revelan los secretos de Dios. Porque, por débil que sea
el predicador, la Palabra de Dios sigue siendo tan potente y pujante como
siempre lo ha sido”
Por
esto y más: ¡Hermanos, Volvamos a las Escrituras!: Prestemos atención a la voz de
Dios a través de sus siervos.
II. ¡Hermanos, Volvamos a las
Escrituras!: Ella puede hacernos sabios.
Muchas
personas piensan que la sabiduría se logra por los años de experiencia en la
vida o por muchos estudios realizados. La verdad es que ni el conocimiento ni
los años aseguran la sabiduría.
Uno
puede llegar a obtener un PHD, esto demostrará su capacidad académica; más no
en todos los casos sabiduría.
Uno
puede vivir muchos años, esto demostrará su longevidad; más no en todos los
casos sabiduría.
En
una ocasión un profesor del Seminario formuló una pregunta: ¿Quién creen que es
una persona sabia? Después varias propuesta, dijo: “Una persona sabia es aquella que tiene la capacidad de tomar
desiciones sabias a lo largo de la vida”.
La
sabiduría de la que nos habla la Biblia, surge a partir de desiciones firmes y
trascendentales. Por tal razón debemos acudir a la Palabra, pues de ella fluye
sabiduría, tan caudalosa es que puede hacer sabio aún al más sencillo de los
mortales:
“La ley del Señor es perfecta:
infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza: da
sabiduría al sencillo”. Pr.
19:7
La
Palabra de Dios puede hacer que un profesional use todo el conocimiento
adquirido en su formación, para favorecer con su servicio a los menos
favorecidos. A sí mismo la Palabra de Dios puede hacer que un hermano que no ha
culminado sus estudios use toda su experiencia y formación de la vida, para
favorecer con su servicio a los menos favorecidos.
La
Palabra de Dios puede hacer que un matrimonio profesional se constituya en un
modelo de piedad y fidelidad; como también puede hacer que un matrimonio de
hermanos sencillos y sin haber pasado por las aulas universitarias se
constituya en un modelo de piedad y fidelidad para la sociedad.
La
sabiduría no se mide por cuánto sabemos sobre política o economía, se mide por
cómo respondemos a las crisis políticas y económicas.
La
sabiduría no se mide por cuánto conocemos sobre futbol, se mide por la forma en
la que reaccionamos en el estadio o en
la comodidad de nuestra casa mientras pierde el equipo de nuestros amores.
La
sabiduría no se mide por cuánto conocemos sobre psicología infantil, se mide
por como invertimos nuestras vidas en nuestros hijos.
¿Cree
usted que necesita sabiduría? ¿En dónde la está buscando? La Biblia nos plantea
una solución ante nuestra limitación humana. Santiago dice:
“Si a alguno de ustedes le falta
sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente
sin menospreciar a nadie”. Stg. 1:5
Ante
las complejidades de la vida, ante las desiciones que tomar en la vida, ante
las crisis que atravesaremos en la vida; ante lo que vivimos a diario; debemos
reconocer que necesitas desesperadamente sabiduría, y ese recurso al ser
divino, proviene únicamente a través de
Dios.
La
Palabra de Dios puede hacer sabio aún al más sencillo de los individuos, pero implica
que estemos dispuestos a cumplir un punto básico: ¡Hermanos, Volvamos a las
Escrituras!: Ella puede hacernos sabios.
III. ¡Hermanos, Volvamos a las
Escrituras!: De ella depende nuestra vida.
Dios
condujo al pueblo de Israel a través del desierto por varias décadas, usó a
Moisés como instrumento de guía espiritual para su pueblo. Llegó un día, un día
al que todos llegaremos; Moisés finalmente moriría, con ello la guía de este
líder para con el pueblo de Israel.
Moisés
estaba convencido que Dios levantaría a un nuevo caudillo. Antes de morir,
recordó varios principios de la Ley al pueblo. Entre las cosas recordadas
encontramos la siguiente advertencia:
“Acompañado de Josué hijo de Nun,
Moisés fue y recitó ante el pueblo todas las palabras de este cántico. Cuando
terminó, les dijo a todos los israelitas: «Mediten bien en todo lo que les he
declarado solemnemente este día, y díganles a sus hijos que obedezcan fielmente
todas las palabras de esta ley. Porque no son palabras vanas para ustedes,
sino que de ellas depende su vida; por ellas vivirán mucho tiempo en el
territorio que van a poseer al otro lado del Jordán.»” Dt. 32:
44-47
“Porque no son palabras vanas para
ustedes, sino que de ellas depende su vida; por ellas vivirán mucho tiempo…” Son palabras que deben ser tomadas literales.
Para
los israelitas en medio de culturas paganas, literalmente su vida dependía de
vivir bajo la Ley.
Literalmente
nuestros matrimonios dependen de las Escrituras, ante tantos divorcios,
traiciones y malos modelos en la sociedad.
Literalmente
nuestros hijos dependen de las Escrituras, ante tanta pornografía, droga y
libertinaje desenfrenado.
Literalmente
nuestra Iglesia depende de las Escrituras, ante el evangelio de la prosperidad.
Por
esto y más, ¡Hermanos, Volvamos a las Escrituras!: De ella depende nuestra vida.
IV. ¡Hermanos, Volvamos a las
Escrituras!: Ella nos habla de Jesús y nos lleva a ser como Él.
Pablo
en el Nuevo Testamento nos habla acerca de la elección eterna realizada por
Dios hacia sus hijos: “Dios nos escogió
en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha
delante de él…” Ef. 1:4
Aquella
elección eterna responde a un fin eterno, ser como el Señor Jesús: “Porque a los que Dios conoció de antemano,
también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que
él sea el primogénito entre muchos hermanos”. Ro.8:29
Las
Escrituras tanto en el Antiguo Testamento, como en el Nuevo Testamento nos
hablan de Jesús. En el AT lo anticipa, lo profetiza y el NT lo revela
claramente.
Las Escrituras nos llevan a ser testigos de que todo
se trata de Jesús. Él debe ser nuestra mayor alegría y nuestro mayor anhelo.
Es en las Escrituras que podemos extraer y aprender del
carácter de Jesús.
Es en las Escrituras que podemos extraer las
promesas de Jesús.
Es en las Escrituras que podemos extraer los
mandamientos y consejos de Jesús.
Si la Iglesia no conoce la Palabra, es sinónimo de
que no conoce de Jesús. Toda la Escritura nos habla de Jesús. Ella parte desde
Jesús y termina en Jesús. Jesús es el centro de su revelación.
Por esto y más, ¡Hermanos, Volvamos a las Escrituras!: Ella
nos habla de Jesús y nos lleva a ser como Él.
¿Cómo reaccionas tú hermano antes estas recomendaciones
que son casi ruegos? ¿Qué piensas hacer al salir de este lugar? ¿Cómo saldrás?
Me atrevo a trazar una ruta esta mañana:
1. Tú y yo debemos humillarnos ante Dios y reconocer
nuestro pecado. ¿De qué hemos pecado?
Hemos pecado de
arrogancia. Cuántas veces hemos
sido confrontados y seguimos en la vida como si nada hubiese pasado.
Hemos pecado de
soberbia. Cuántas veces hemos
escuchado exhortaciones en cuanto basadas en la Palabra y pensamos que todo
está bien. No es necesario ningún cambio.
Hemos pecado de
insensibilidad. No valoramos un
recurso que ha costado la vida de miles de personas y que muchos no han podido
recibirla para leerla en su lengua nativa.
Hemos pecado de prepotencia.
Cuántas veces nuestros prejuicios
para con el predicador de turno, han impedido que Dios hable a nuestra vida.
2. Tú y yo
debemos empezar a valorar a las Escrituras como lo que son: La Palabra de Dios.
Debemos empezar
a estudiarla.
Debemos empezar
a escucharla.
Debemos empezar
a obedecerla.
Debemos empezar
a compartirla.
Iglesia,
¡Volvamos a las Escrituras!
Pr.
Alexander Zambrano Macías
2015-04-26
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