LOS PELIGROS DEL LIDERAZGO
“El líder no es inmune a las tentaciones de la carne, pero los peligros más grandes están en el reino del espíritu, puesto que Satanás el enemigo nunca deja de explorar la ventaja en cualquier área de debilidad”  Sanders
En cada área o faceta de la vida estamos expuestos a peligros. Peligros que son parte en algunos casos de lo que se hace en la vida, y de los cuales no se puede escapar; y también existen peligros que pueden surgir en otros casos, debido a la falta de conciencia que no se tenga de la labor emprendida.
Un ingeniero constructor, está expuesto en su labor a que uno de sus empleados o el mismo sufra un accidente, fruto de la práctica laboral; pero otra cosa es que por no considerar las implicaciones de construir un edificio, este se derrumbe prontamente.
Un médico, está expuesto a los peligros que son parte de su oficio. Al inyectar o curar a un paciente puede sufrir una pinchadura; pero otra cosa es que por negligencia médica, un paciente muera.
Un chofer de autobús interprovincial, está expuesto a los peligros intrínsecos de las vías ecuatorianas (una falla geológica en la carretera, un conductor en sentido contrario en estado etílico), pero otra cosa es que por no revisar periódicamente el estado mecánico del bus, él y varios pasajeros sufran un accidente.
Como hemos visto en los ejemplos citados, los peligros son parte de la vida y profesión que desempeñamos; no podemos esperar jamás encontrarnos con estos; pero otra cosa es que por negligencia y descuido suframos en carne propia las consecuencias del peligro que pudimos evitar.                                                                                                                            En el liderazgo evangélico estamos expuestos a varios peligros que son parte de nuestro accionar (accidentes de tránsito en una de las salidas a predicar, robo a mano armada en un barrio en el que hemos emprendido un grupo de estudio de la Palabra), no podemos escapar a estas y otras realidades; pero existen peligros que sí podemos evitar, a fin de completar nuestra carrera ministerial de una manera correcta ante Dios.
Por esta razón propongo como propósito de este trabajo, analizar “Los Peligros del Liderazgo”, para ello utilizaré parte del bosquejo que presenta J. Oswald Sanders en la parte final de su trabajo (Liderazgo Espiritual) y desde allí se intentará realizar un análisis personal y a la vez comunitario en tema de tanta trascendencia: El liderazgo cristiano.
Los peligros que existen en el liderazgo cristiano son los siguientes:
EL ORGULLO
Es común escuchar a las personas exhibiendo su humildad. En ocasiones hemos dicho “Yo no soy orgulloso, gracias a Dios soy humilde”. ¿En verdad no somos en ocasiones orgullosos? ¿Cuál es nuestra concepción acerca de este mal?
Según el Diccionario, el orgullo es la “Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
En la Biblia se nos habla de personas que cayeron en el orgullo y esto les llevó a sufrir gran dolor. Se tomarán dos ejemplos para fines didácticos, uno será de un hombre ajeno a Dios (Faraón) y el será acerca de un hombre que sí conoció de Dios (Saúl).
El orgullo de Faraón: Le llevó a endurecer su corazón ante Dios y ser el causante de la tragedia de todo el pueblo de Egipto.
¿Y quién es el Señor —respondió el faraón— para que yo le obedezca y deje ir a Israel? ¡Ni conozco al Señor, ni voy a dejar que Israel se vaya! Éx. 5:2
Faraón no había tenido una experiencia con Jehovah y no admitiría que un dios de un pueblo esclavo le indicara lo que debía hacer (Ortiz, 79).
El orgullo del rey Saúl: Buscó quedar bien ante los demás, olvidando que a Dios le agrada  la obediencia más que los sacrificios.
Allí estuvo esperando siete días, según el plazo indicado por Samuel, pero éste no llegaba. Como los soldados comenzaban a desbandarse,  Saúl ordenó: «Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión»; y él mismo ofreció el holocausto. 1 S. 13:8-9
El caso de Saúl nos explica una de las razones del por qué muchos ungidos termina mal. (Bravo, 18)
Se ha mencionado a dos personajes bíblicos, pero ¿Será que el liderazgo evangélico actual tiende a caer en el orgullo?
Desde la definición del diccionario “Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia…” y el principio bíblico de Ro. 12:3 “Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado”. ¿Cuáles son las maneras en las que en ocasiones  se evidencia, orgullo de parte de un líder?
a. Cuando llegamos a pensar que por nuestra posición de líderes, los hermanos en la iglesia en la que servimos deben cumplir fielmente con nuestra voluntad.
b. Cuando no somos capaces de reconocer  nuestros errores y pedir el perdón necesario de parte de la persona a quien hemos ofendido (Dios o nuestro prójimo).
c. Cuando las desiciones ministeriales las tomamos desde nuestra valoración de los recursos y las proyecciones; relegando de esta forma a Dios de nuestras vidas.
d. Cuando llegamos a pensar que somos mejores que los demás, debido a la posición en la que se nos ha colocado.
EL EGOÍSMO
Según los expertos en terapia familiar, el problema más común en los matrimonios es el orgullo. Este sentimiento no les permite reconocer su necesidad de la otra persona o  a su vez reconocer sus errores.
Esta característica marca también negativamente en ocasiones al liderazgo evangélico. Según el Diccionario, el egoísmo es el “Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”.
¿A dónde nos puede llevar en el liderazgo el egoísmo? Nos puede llevar a pensar como los discípulos en cierta ocasión:
Los discípulos impedían a otros llegar hasta Jesús: Impedían que los más pequeños llegarán hasta el Maestro.
Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.  Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.  Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.»  Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos. Mr. 10:13-16
Los discípulos tenían una mentalidad de “mi reino”: Excluían del Reino de los Cielos a todo aquel que no pertenecía a su grupo.
—Maestro —dijo Juan—, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo impedimos porque no es de los nuestros. Mr. 9:38
Los discípulos tenían estas actitudes, pero ¿Cuál es nuestra realidad como líderes evangélicos? ¿Cómo se puede manifestar nuestro orgullo?
a. Somos egoístas al desear el crecimiento único de la iglesia en la que servimos, olvidando que las otras iglesias son parte junto a nosotros de la Iglesia del Señor.
b. Somos egoístas al no darle oportunidad a los líderes emergentes, olvidando que ellos igual que nosotros un día iniciamos este camino ministerial.
c. Somos egoístas cuando en la elaboración de nuestro presupuesto anual olvidamos ser generosos con hermanos piadosos que sobreviven en el ministerio.
Sanders nos advierte de este peligro:
El egoísmo, una de las manifestaciones repulsivas del orgullo, es la práctica de pensar y hablar de uno mismo, de magnificar las realizaciones propias y de relacionar a todas las cosas con el ego  en vez de relacionarlas con Dios y el pueblo de Dios (156).



LA POPULARIDAD
De una u otra forma el ministerio al que el Señor nos ha llamado, nos ubicará por su gracia en un lugar de visibilidad. Unos llegan a ser más populares que otros, debido a factores como el temperamento, lo estratégico del cargo, la promoción de otros, etc.
No podremos luchar con cierta popularidad normal y lógica después de realizar un ministerio estratégico y fiel. ¡En eso no está el problema! Pablo, Pedro y Juan; al igual que Lutero, Calvino, Wesley llegaron a ser populares en la historia de nuestra Iglesia. El problema llega cuando se busca la popularidad como un fin último.
En el libro de los Hechos encontramos el contraste entre un hombre (Bernabé) que sin buscarlo fue popular (reconocido) por su generosidad; mientras que una pareja de esposos (Ananías y Safira) deseaban ser populares (reconocidos) como fin último y perverso.
José, un levita natural de Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa: Consolador), vendió un terreno que poseía, llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles. Un hombre llamado Ananías también vendió una propiedad y, en complicidad con su esposa Safira, se quedó con parte del dinero y puso el resto a disposición de los apóstoles. Hch. 4:36-5:2
La historia de Ananías es al libro de Hechos lo que la historia de Acán al libro de Josué. En ambos relatos un acto de engaño interrumpe el victorioso progreso del pueblo de Dios. (F.F. Bruce, 122)
Jesús dijo en cierta ocasión: “El que es honrado en lo poco, también lo será en lo mucho; y el que no es íntegro en lo poco, tampoco lo será en lo mucho”. Lc. 16:10. El reconocimiento y el cariño de los hermanos a quienes servimos, es el resultado de ser fieles sobre lo mucho o sobre lo poco en lo que Dios no haya colocado. No es un problema ser conocidos, el problema radica cuando esa es nuestra motivación.
¿Cómo se manifiesta el carácter de un líder que desea popularidad?
a. Un líder que busca popularidad, será capaz de relacionarse más con las personas más solventes de la iglesia en la que sirve.
b. Un líder que busca popularidad, será capaz de hacerse el invitado a un púlpito o a un punto de referencia ministerial; cuando no ha sido convocado o llamado.
LA INFABILIDAD
Por años en América Latina hemos escuchado el dicho “Con el ungido de Dios no te metas”. Irónicamente la Iglesia Evangélica ha criticado permanentemente a los católicos por creer en la figura de la “Infabilidad Papal”; mientras que ha vivido la realidad triste y vergonzosa de líderes que han abusado de sus ovejas.
Jorge Erdely, en su famoso libro: Pastores que Abusan, revela la trágica historia de líderes que abusado de todas las formas posibles de sus ovejas. Cito un extracto de su trabajo:
Estar bajo autoridad, correctamente entendido y cristianamente hablando, es sujetarnos a las enseñanzas de Jesucristo, a través de un liderazgo que enseña y vive de acuerdo a ellas. Estar bajo autoritarismo o tiranía religiosa, es obedecer a un líder que nos pide cosas contrarias a la Palabra de Dios. (Pág. 142).
Erdely cita las recomendaciones de Keller en cuanto a este tema:
“...Los congregantes tienen todo el derecho de examinar cuidadosamente a sus líderes espirituales. Tienen el derecho de cuestionar profundamente a aquellos que pretenden ser sus pastores. Necesitan saber si aquellos que ocupan el púlpito son hombres y mujeres de verdad o si son falsos. Muchos, muchos cristianos son demasiado fáciles de engañar. Aceptan casi cualquier enseñanza mientras todo parezca correcto por encima. Demasiado pocos estudian la Palabra de Dios lo suficiente para saber la diferencia entre la verdad y el engaño. ¡No es de extrañar que caigan presa de impostores!” (W. Phillip Keller, Pág. 146).
Los creyentes bíblicos creemos en la Infabilidad única de las Escrituras, y no en la infabilidad humana. Haremos bien seguir el ejemplo de los hermanos de Berea:
Tan pronto como se hizo de noche, los hermanos enviaron a Pablo y a Silas a Berea, quienes al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos. Éstos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba. Hch. 17:10
Sin duda los bereanos son un ejemplo a imitar, por su actitud de estudiar las Escrituras con imparcialidad y esmero (Stott, 324)
Desde la experiencia de Berea podemos extraer dos premisas indispensables para el liderazgo:
a. Un líder no busca demostrar su infabilidad, pues sabe y reconoce que este es un atributo único de la Palabra de Dios. Un líder humilde, sabe que aún el mensaje de Pablo fue examinado, cuanto más el de siervos comunes y corrientes como él.
b. Una iglesia que ama en serio a su líder, atenderá la Palabra expuesta, para recibirla como alimento espiritual y a la vez para reconocer si lo que se le predica; es respaldado por la Palabra.
LA INDISPENSABILIDAD
Hace varios años atrás escuche a un pastor antiguo en la denominación  de la soy parte, expresar frases como: “yo nunca he tomado vacaciones” “yo no he ido al centro comercial”. Con frases como las expresadas deseaba dar a conocer cuan indispensable era en el contexto de su congregación; irónicamente tiempo después salió de la iglesia que de acuerdo a su criterio le necesitaba indispensablemente. Gracias a Dios la iglesia de la formó parte hoy sigue el pie y más saludable que antes.
En ocasiones llegamos a creernos la mentira del Diablo, de que somos indispensables en un ministerio. Creo que debemos reconocer y digerir cuanto antes dos principios:
a. No son nuestros talentos innatos o adquiridos los que sostienen a la iglesia en la que servimos; es Dios con su Poder quien la sostiene.
b. No somos los que más amamos a la iglesia en la que servimos; antes de nuestra llegada al ministerio Dios ya les amaba.
Una vez que se han analizado algunos de los muchos peligros en los que como líderes podemos caer; deseo ir cerrando este espacio contrastando dos realidades de liderazgo:
Definición de pensamiento deficitario:
Es alguien que piensa que es un “don nadie” quien tiene que hacerse a sí mismo alguien por lo que hace. Es aquel cuya energía está enfocada en sí mismo y que quiere conseguir su identidad por sus logros. (Cerrón, 2)
Definición de pensamiento abundante:
Estos son los que ven la vida radicalmente diferente a los pensadores deficitarios. La diferencia entre ellos no está en lo que hacen, sino en la manera en que piensan. No definen su identidad por sus logros sino a través de su conocimiento. (Cerrón, 2)
Dios nos ayude a ser líderes con un pensamiento abundante, cuyas evidencias sean: la humildad, la generosidad, la identificación en Cristo; todo lo contrario a un líder con características peligrosas (orgulloso, egoísta, en busca de popularidad, que se cree infalible, que se cree indispensable).
Frente a un camino largo que nos espera en el liderazgo evangélico, simplemente concluyo este ensayo con cuatro citas bíblicas que si lo permitimos marcarán la jornada que viene por delante:
(i) Existe una recompensa para aquellos que nos unimos a los muchos que están dispuestos a enfrentar la prueba, a fin de obtener la recompensa divina:
Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. Stg. 1:12
(ii) Frente a tantos testimonios de líderes que han caído en los peligros del liderazgo, con humildad citamos a Pablo:
Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. 1 Co. 10:12
(iii) Nos esforzamos por ser hallados fieles ante el Señor que prueba las intenciones:
“El que es honrado en lo poco, también lo será en lo mucho; y el que no es íntegro en lo poco, tampoco lo será en lo mucho”. Lc. 16:10
(iv) Sabiendo que somos débiles y propensos a caer; nos aferramos a la obra de Dios en nuestras vidas; esperando un día al llegar al fin de la jornada recitar las palabras de Pablo:
 He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida. 2 Ti. 4:7-8
¡Dios ayúdanos a no caer y si caemos, ayúdanos a levantarnos; pero jamás alejarnos de ti!
BIBLIOGRAFÍA
            BRAVO Lastra Vidal. Producciones Lince, 2006-117 pp.
           
            Biblia Devocional de Estudio con referencias. Liga Bíblica. Illinois-USA,            1991. 1127 pp.
           
            CERRÓN Francisco. FATELA (Módulo de Liderazgo y Formación Espiritual), 2015, 13 pp.

            ERDELY Jorge. Pastores que Abusan. 2002-194 pp.
           
            Microsoft® Encarta® 2009. © 1993-2008 Microsoft Corporation.
           
            SANDERS J. Oswald. Liderazgo Espiritual. Editorial Portavoz, edición 1994-189          pp.
           
            STOTT John. El Mensaje de Hechos. Editorial Certeza, 2010-543 pp.
           

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