LA GRAN IRONÍA



LA GRAN IRONÍA
(Los pecados que la Iglesia critica del mundo y que penosamente practica)
Una vez que el Señor Jesús resucitó pasó varios días con sus discípulos. Antes de ascender al cielo y volver a su Padre, les dijo:
“Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”. Hch. 1:8
Hasta que el Señor Jesús regrese por segunda vez a esta tierra, todos sus discípulos tenemos un gran privilegio y a la vez una gran responsabilidad, ser sus testigos en este mundo.
¿Qué implicará ser testigos de Jesús en esta tierra hasta su regreso?
(i) Ser testigos de Jesús implica que los creyentes vivíamos como un permanente referente para esta sociedad sumida en el pecado. Él dijo:
“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa.  Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”. Mt. 5:13-16
(ii) Ser testigos de Jesús implica llevar las buenas nuevas del evangelio, a un mundo que vive en zozobra y desesperanza. Él dijo:
“Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. Mt. 28:19-20
(iii) Ser testigos de Jesús implica que en unión con otros creyentes lleguemos a ser la base moral y espiritual de la sociedad. Pablo dijo:
“…es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad” 1 Ti. 3:15
Si somos como Iglesia, los encargados de frenar la descomposición moral de esta sociedad e iluminar a un mundo que vive en tinieblas. ¿Por qué aún existen matrimonios que se disuelven?
Si somos como Iglesia, los encargados de anunciar las buenas nuevas de salvación a un mundo en caos y sin esperanza. ¿Por qué aún existen aún mujeres desvalorizadas?
Si  somos como Iglesia, los encargados de sostener la vida moral y espiritual de una sociedad. ¿Por qué aún existen pecados espectaculares en la Iglesia?
Hemos perdido de vista lo esencial en la vida cristiana, hemos convertido a la vida cristiana en un conjunto de códigos y dogmas creados por nosotros mismos, en donde más ha importado nuestra comodidad que vivir bajo el señorío de Cristo. Esto y mucho más nos ha llevado a caer en “La gran ironía (Los pecados que la Iglesia critica del mundo y que penosamente practica)”.
¿Cuáles son los pecados que la Iglesia critica efusivamente del mundo y que penosamente practica? Existen muchos, pero escogí, para esta oportunidad algunos.
1. La idolatría.
Como creyentes al ver a una persona que se postra ante una imagen de yeso, nuestra reacción inmediata es citar las Escrituras:
“No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso…” Éx. 20:4-5
Como creyentes al  ver a una persona que camina hasta Montecristi, en una procesión, nuestra reacción inmediata es citar las Escrituras:
“Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca. Pero sus ídolos son de oro y plata, producto de manos humanas. Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver;  tienen oídos, pero no pueden oír; nariz, pero no pueden oler;  tienen manos, pero no pueden palpar; pies, pero no pueden andar; ¡ni un solo sonido emite su garganta! Semejantes a ellos son sus hacedores, y todos los que confían en ellos” Sal. 115:3-8
Nuestra reacción ante la idolatría es rápida y sin contemplaciones, decimos “a lo malo hay que llamarlo por su nombre”. Esto en cuanto observamos la idolatría en la sociedad. ¿Pero qué sucede cuando la idolatría llega  a entra por las puertas de la Iglesia?
¿Cómo reaccionamos ante la idolatría dentro de nuestros linderos? ¿Será acaso que existe tal cosa en medio nuestro? ¿Qué dice usted?
Lastimosamente tengo que reconocer que sí existe la práctica de la idolatría en medio nuestro. Todo aquello que ocupa el lugar que le corresponde a Dios se convierte en un ídolo.
“No tengas otros dioses además de mí” Éx. 20:3 El mandamiento incluye mucho más de lo hemos estandarizado.
¿Qué formas de idolatría vemos en la Iglesia?
a. Caemos en idolatría  cuando nos amamos más a nosotros mismos que a Dios.
            Esto nos puede llevar a que nuestra voluntad sea más importante que Dios.
            Esto nos puede llevar a que nuestra razón sea más importante que Dios.
            Esto nos puede llevar a que nuestros sentimientos sean más importantes que Dios.
b. Caemos en idolatría cuando amamos más a otras personas que a Dios.
            Esto nos puede llevar a amar más a los padres que a Dios.
            Esto nos puede llevar a amar más a la pareja que a Dios.
            Esto nos puede llevar a amar más a la pareja que a Dios.
c. Caemos en idolatría cuando amamos más a las posesiones y a las posiciones que a Dios.
            Esto nos puede llevar a amar más al trabajo que a Dios.
            Esto nos puede llevar a amar más a los amigos que a Dios.
            Esto nos puede llevar a amar más a los títulos que a Dios.
            Esto nos puede llevar a amar más al  éxito humano que a Dios.
¿La sociedad vive en idolatría permanente? Sí, pero la Iglesia también.
¡Qué ironía! Criticamos la idolatría en nuestra sociedad, pero de una u otra forma hemos caído como Iglesia en este pecado.
2. La insensibilidad.
Como creyentes al escuchar acerca de una mujer que ha abandonado a su hijo recién nacido, somos rápidos para emitir un veredicto judicial.
Como creyentes al escuchar acerca de la muerte de creyentes por manos fundamentalista, somos rápidos a condenar la insensibilidad de estos hombres.
La insensibilidad manifestada por las personas de nuestra sociedad nos lleva a citar las Escrituras. ¿Pero somos conscientes de las formas de insensibilidad en las que como creyentes en ocasiones caemos? Es más ¿Qué opinará Dios de nuestra insensibilidad?
¿Qué formas de insensibilidad pueden darse en la Iglesia?
La insensibilidad puede darse y verse cuando no somos capaces de perdonar a otra persona, cuando Cristo nos ha perdonado muchos más a nosotros.
La insensibilidad puede darse y verse cuando no somos capaces de taparnos la boca y dejar de deshonrar a otra persona, persona que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios.
La insensibilidad puede verse y darse cuando somos conscientes de los muchos niños que no tiene un hogar, y no somos capaces de adoptar a uno de ellos.
La insensibilidad puede darse y verse cuando no somos capaces de entender que a diario mueren miles de personas y que llevan en sus manos un pase directo al infierno.
La insensibilidad puede darse y verse cuando no somos capaces de incomodarnos por otros, y servirles; olvidando que el mismo Jesús fue capaz de lavar los pies sucios de sus discípulos.
Mateo expresa el grado de sensibilidad de Jesús: “Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor” Mt. 9:36
La cruz expresa el costo de la sensibilidad de Jesús: en la cruz Jesús demostró que era capaz de perdonarnos, en la cruz Jesús demostró que era capaz de liberarnos de la condenación del infierno, en la cruz Jesús demostró que era capaz de incomodarse y servirnos.
Jesús vivió y murió mostrando su sensibilidad ¿Seremos tú y yo capaces de vivir esta realidad?
¡Qué ironía! Criticamos la insensibilidad en nuestra sociedad, pero de una u otra forma hemos caído como Iglesia en este pecado.
3. La corrupción.
Como creyentes al observar los arreglos y tratos a escondidas en la política, somos rápidos para pronunciar nuestro dictamen: “Son corruptos”
Como creyentes al observar a ciertos empleados públicos que no cumplen sus horas de trabajo determinadas por la ley, somos rápidos para pronunciar nuestro dictamen: “Son corruptos”
Ante la corrupción observada en nuestra sociedad, nuestras emociones se alteran y podríamos escribir hasta una enciclopedia acerca de este tema. ¿Pero qué sucede cuando la corrupción toca las puertas de las familias de la Iglesia?
Debemos saber qué dice el diccionario. ¿Quién es una persona corrupta? El DRAE dice lo siguiente acerca de una persona corrupta: “Que se deja o ha dejado sobornar, pervertir o viciar”.
La Biblia dice que Dios ha creado al ser humano para buenas obras, además la Biblia nos dice que: “A aquél, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado”. Stg. 4:17
Esto nos lleva a ir más más allá de lo que creemos es corrupción y modificar nuestros códigos de la conciencia; a fin de glorificar a Dios.
Corrupción es conectarse de manera clandestina y no pagar lo que se consume; se ha en agua o en el tema de electricidad.
Corrupción es no enseñar a los alumnos todo lo que podría enseñárseles, por miedo a que lleguen a saber más en el futuro o a su vez, simplemente porque le da igual si aprenden o no.
Corrupción es no tratar con respeto a un paciente mientras ha confiado su intimidad, en un proceso quirúrgico.
Corrupción es no pagar la multa por haber violado la ley, e ir corriendo a impugnarla.
Corrupción es no rendir en el trabajo o en los estudios al máximo de nuestras capacidades.
Como creyentes tú y yo tenemos una ventaja sobre los no creyentes, somos dirigidos por el Espíritu Santo a fin de vivir conforme a la Palabra de Dios.
Tú y yo sabemos cuándo hemos o estamos haciendo lo incorrecto. Debemos entonces estar listos para escuchar la voz de Dios que siempre deseará que vivamos en integridad.
¡Qué ironía! Criticamos la corrupción en nuestra sociedad, pero de una u otra forma hemos caído como Iglesia en este pecado.
4. La intolerancia.
Como creyentes somos rápidos a condenar los ataques de extremistas musulmanes. Esto nos lleva a condenarles de “intolerantes”.
Como creyentes somos rápidos a condenar a ciertos evangélicos que agreden de palabras feligreses católicos. Esto nos lleva a condenarles de “intolerantes”.
Como creyentes somos rápidos en condenar las agresiones que se dan en un cásico del astillero. Esto nos lleva a condenarles de “intolerantes”
¿Pero qué sucede cuando escarbamos un poco más este tema? ¿Qué sucede cuando en medio nuestro también puertas adentro?
En los evangelios encontramos ejemplos de intolerancia. Uno de los más citados, es el caso de los hijos de Zebedeo: “Maestro —dijo Juan—, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo impedimos porque no es de los nuestros. —No se lo impidan —replicó Jesús—. Nadie que haga un milagro en mi nombre puede a la vez hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor de nosotros. Les aseguro que cualquiera que les dé un vaso de agua en mi nombre por ser ustedes de Cristo no perderá su recompensa” Mr. 9:38-41.
Jesús tuvo que lidiar con la intolerancia de sus discípulos en varias ocasiones, tuvo que enseñarles cambiar de la perspectiva de “mi reino, al Reino de Dios”. Tuvo que enseñarles que aún de los niños se puede aprender mucho.
¿Cómo se manifiesta la intolerancia en medio de la Iglesia?
Caemos en la intolerancia cuando no somos capaces de orar junto a un creyente de otra denominación.
Caemos en la intolerancia cuando no somos capaces de alabar a Dios junto a un creyente de otra denominación.
Caemos en la intolerancia cuando no somos capaces de trabajar juntos como iglesia local a otra congregación en procesos intencionados.
¿Si no somos capaces de tolerarnos entre creyentes en esta efímera y pasajera vida? ¿Cómo lo haremos en la eternidad?
¡Qué ironía! Criticamos la intolerancia en nuestra sociedad, pero de una u otra forma hemos caído como Iglesia en este pecado.
He mencionado en esta ocasión simplemente cuatro pecados que se dan en medio de la Iglesia. ¿Será que estos son todos? Claro que no, no podríamos olvidar y dejar de lado pecados como: el materialismo; el consumismo; la doble moral; la infidelidad; los pecados sexuales, la falta de solvencia moral y espiritual.
Mi intención hoy no es, enumerar los pecados que se dan en la Iglesia. El motivo o la intensión de esta propuesta es “Llevar a la Iglesia a ser conscientes de nuestra realidad”
Se nos ha encomendado ser como Iglesia la sal y la luz de este mundo, pero a menos que empecemos a renunciar a ciertos pecados, no podremos cumplir nuestro objetivo a plenitud.
Se nos ha encomendado ser como Iglesia los portadores del evangelio de Jesús, pero a menos que nos humillemos y reconozcamos nuestros errores; no podremos cumplir nuestra tarea a plenitud.
Se nos ha designado como Iglesia, como  columna y baluarte de la verdad, pero a menos que nos volvamos a Dios y busquemos su restauración puertas adentro, no  podremos cumplir esta función puertas afuera.
(A continuación veremos un video que habla de la gran ironía de la Iglesia actual)
La Biblia dice: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros”. 1 Jn. 1:9-10
Es tiempo de apropiarnos de esta Palabra y disfrutar de la promesa registrada en este texto. Pero para ello debemos hacer dos cosas:
(1) Reconocer que en algún punto hemos pecado.
(2) Pedir a dios que nos perdone y nos restaure.
Dios nos ayude a vivir en todo en el sentido y significado de nuestra identidad, como la Iglesia de Cristo.
Pr. Alexander Zambrano Macías




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